viernes, 12 de diciembre de 2008

A 82 AÑOS DEL ARRIBO A GUADALAJARA DEL APÓSTOL AARÓN JOAQUÍN 12 DE DICIEMBRE DE 1926


El hermano Aarón Joaquín González llegó a la ciudad de Guadalajara, Jalisco, el domingo 12 de diciembre de 1926.


El martes 6 de abril de ese año, había escuchado el llamado de Dios en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, con palabras que anunciaban el futuro próspero de la Iglesia LA LUZ DEL MUNDO. Esa voz le decía: “Tu nombre será Aarón, lo haré notorio por todo el mundo y será bendición”.Días más tarde, en un momento por demás especial, escuchó nuevamente la voz de Dios, ordenándole: “El jueves próximo quiero que salgas”. Con ejemplar docilidad, el hermano Aarón salió de Monterrey, llevando en su mente el recuerdo que en esa ciudad había sido llamado por Dios para iniciar la obra restauradora de la Iglesia.Partía conciente que sobre sí pesaba una enorme responsabilidad: predicar el evangelio de Jesucristo, el mismo que el Hijo de Dios y sus Apóstoles habían anunciado a las almas en el siglo I de nuestra Era.
Padeciendo amenazas, cárceles, acechanzas y privaciones de todo tipo, recorrió bajo el impulso de su admirable fe los estados de Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí, Aguascalientes y Jalisco. En ese trayecto de ocho meses, no todo fue dolor y sufrimiento, pues a lo largo de su jornada vio cómo por su conducto Dios hacía milagros extraordinarios, ocasionando que los favorecidos y los testigos de estos portentos se asombraran ante la singular grandeza de nuestro Dios.Fue en las proximidades de la capital de Jalisco, su estado natal, donde escuchó nuevamente la voz de Dios, diciéndole:

“Quiero que prediques el evangelio en esta ciudad, pues tengo un grande pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado: Yo estaré contigo”.


Fortalecido por esas palabras divinas, el hermano Aarón entró el 12 de diciembre a la ciudad de Guadalajara, cuna del fanatismo y de la idolatría, males que habría de combatir con el poder de la verdad que traía consigo; esa verdad que, como dijo Cristo el Señor, hace libres a las almas.Así, el sembrador comenzó a esparcir por doquier su preciosa semilla. Lo hizo con sus familiares y conocidos, así como con las demás personas, encontrando en algunos rechazo, oposición e indiferencia, pero en otros aceptación y disposición a escuchar su mensaje de salvación. Los frutos de su predicación y esfuerzo no tardaron en llegar. Poco a poco, los predestinados para vida eterna recibieron su evangelio y comenzaron a incorporarse a la Iglesia de Dios, encontrando en la misma la paz espiritual y la certeza de la salvación a través de la fe en Dios.
Hoy, a 82 años de ese feliz e inolvidable suceso, en cientos de colonias de la ciudad de Guadalajara, se hallan corazones que han recibido la doctrina de verdad, los cuales han erigido hermosos santuarios como testimonio de su fe en diversos puntos de esta urbe, considerada hoy en día como la capital mundial del evangelio y de la fraternidad.


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